A VECES, la vida deja de hacer camino de manera inesperada y trágica. La retórica del romanticismo nos invoca a referir la figura de la "muerte por amor" a las ideaciones poéticas o fantasías de escritores, novelas de lectura fácil o de aquellas que se usan para poder conciliar el sueño de manera rápida por aburrimiento. De ahí que “morir de amor” se considere, ante todo, una licencia poética. Pero no siempre -ni desgraciadamente- es así. ¿De qué manera Lola podrías sobrevivir a tu Miguel Ángel? Y a la inversa, Miguel Ángel es obvio que sin Lola eras incapaz de dar un paso sin tropezar. Por eso el destino de manera imprevista y brutal, siempre injusto, truncó vuestra etapa vital de la única manera posible que hubieséis admitido de poder elegir: juntos. Dejáis un reguero de recuerdos inenarrables. Y sobre todo vuestra gran obra, los mellizos, Edu y Susana que harán viable vuestro desbaratado proyecto vital. Incomprensiblemente, el destino nos ha privado de vuestra compañía. Os habéis alejado hacia sombras lejanas en hilos de agua con algunos sueños inacabados.
Pero en esa soledad es necesario prescindir de la presumida retórica del lenguaje. Basta con comprender que no existís, para afirmar que ya sois contemporáneos en nuestra memoria. Todas las demás cosas que pueda escribir se encuentran desmoronadas sobre mi tristeza. Amigos, como binomio inseparable no encuentro la manera de poder nombrar este atropello trágico; así que solo puedo afirmar que "morir de amor" no es una licencia poética. Lo habéis demostrado.
Comentarios
Suscripción de noticias RSS para comentarios de esta entrada.